Cuando se menciona la palabra disciplina, muchos lo asocian con castigo, correctivos, con sesiones sado y similares. Para mí es un concepto amplio que no tiene relación con lo anterior. Porque si para lograr que el sumiso se discipline hay que estar con la fusta en la mano, mal va.
La disciplina del sumiso, en mi caso, consiste en mantener hábitos, en ser constante, en no hacer cosas que me molestan y en hacer las que me agradan. Recuerdo una entrevista de hace un par de años al entrenador y tío de Rafa Nadal. Decía que todo lo que lograba era debido a la disciplina y obediencia, y que él entendía que le apretaban por su bien y se dejaba guiar. Yo desde luego todo lo que exijo es por el bien de mi sumiso, eso para empezar. Trato de inculcarle mejores hábitos de vida, por el bien de ambos. Si es perseverante, esa es una base muy sólida para lograr lo que se proponga y lo que le imponga yo.
Aparte de eso, yo misma soy bastante disciplinada para mis cosas y por eso no me conformo con alguien poco disciplinado. Alguien podría pensar que si me gusta la disciplina es porque tengo cierta vena sumisa, pero no, el matiz es que no me gusta que me impongan la disciplina desde fuera.
Disciplinar al sumiso, por tanto, lo entiendo como hacer que se esfuerce por lograr unas metas. Requiere una tarea de supervisión que no se hace pesada si él “progresa adecuadamente”. Y se disfruta cuando está a la altura de las expectativas. Ser una guía y dejarse guiar, ese es el resumen.
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