No me refiero solo a esta película, en la que se cuelan algunos momentos típicos y no tan típicos de la Dominación Femenina. Lo más revolucionario para la época es el cambio de roles entre marido y mujer. Eran los años 60 y en España la mujer empezaba a salir de su espacio casero con la pata quebrada.
Hay una escena en la que una amiga de la protagonista la anima a dar el paso y plantarle cara al marido, “con autoridad”, y reconquistarlo de paso con sus armas. Y entonces se señala varios puntos de su anatomía indicando que esas son nuestras armas de autoridad.
Bueno, es lo mismo que dice Elise Sutton varias décadas después. ¿Que tu sumiso no está de acuerdo con cualquier cosa que le digas? Pues ella te aconseja que le hagas un facesitting (si te pilla en sitio público la cosa se complica) y sus hormonas harán el resto para decirte sí a TODO. Y esto me parece muy triste. Y muy contraproducente. Me explico.
No hay NADA novedoso en la dominación basada en lo físico. Frases como “pueden más dos tetas que dos carretas” tienen su fundamento. Pero, basar nuestra autoridad en esto no lleva a ninguna parte. El físico por sí solo sirve de poco, más allá de pasar ratos sueltos con cualquier sumiso. Todas las Amas “de postal” que lo único que tienen para enganchar al sumiso son sus botas y su escote, juegan a ser esas muñecas que ellos desean manejar desde abajo. No digo que todas sean así, pero son las primeras en recalcar que su feminidad superlativa es la base del femdom y claro... ¿Qué ocurre cuando ante el sumiso se presenta otro par de tetas? Porque siempre las habrá más grandes, o más pequeñas, según el gusto de cada uno. Y en cuanto otra chasquee el látigo en su dirección, el sumiso que juró entregar su vida y su alma a esa Ama de postal se irá detrás de cualquiera que le entre mejor por la vista.
Ya digo, no hace falta ser Ama ni sumiso para entrar en esta dinámica de atracción basada solo en el envoltorio. Lo grave, a mi entender, es que se repita el cliché en el femdom. Si no te sometes a mi mente, mi cuerpo será un envoltorio vacío. Así de simple. Lo otro es lo mismo de siempre desde que habitábamos en cavernas. Y allí no era la mujer precisamente la que mandaba...
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