Antes que nada, voy a resumir lo que quiero decir con femdom positivo. Al igual que en cualquier tipo de relación, algo es positivo si las personas evolucionan y sacan lo mejor de sí mismas gracias a ella. Por tanto, toda la colección de sumisos piltrafa que quieren ser anulados, castrados, degradados, torturados y demás, pertenecen para mí a la categoría de femdom negativo, y lo mismo ocurre con las “amas” que disfrutan haciendo todo lo anterior. Y por desgracia es lo primero que se encuentra cualquiera al buscar información en internet.
Luego está el tema de dejar la sumisión masculina en algo puramente sexual, y de lo raro que se ve todavía que un hombre quiera llevar eso más allá del dormitorio. De vez en cuando, si estoy aburrida, sigo tanteando el terreno vainilla para ver cómo se toman todo este asunto de la Dominación Femenina “ahí afuera”. Y ocurre una cosa realmente curiosa. De unos años a esta parte, parece que surgen como champiñones muchos que “entienden” del tema, que buscan probarlo todo y que piensan que las Amas lo tenemos complicado si esperamos entrega a otros niveles.
Por supuesto que es complicado. A pesar de que hay muchos hombres deseando someterse (a todos los niveles, sí) -muchos más de los que la sociedad patriarcal pueda llegar a imaginarse-, la verdad es que, a día de hoy, una relación de Dominación Femenina entra en la categoría de lo más trasgresor y aberrante para la mayoría de la gente convencional. La sumisión femenina tampoco se libra de ser confundida con maltrato y machismo, aunque el abuso puede darse tanto en maledom como en femdom como en una pareja vainilla. Pero, a pesar de todo el avance feminista, lo de ser sumisa no chirría tanto, sobre todo si se justifica en nombre del mito del amor romántico de la princesa desvalida e inútil que solo es mujer verdadera cuando encuentra a su media naranja y le entrega hasta la médula ósea y bla bla bla. O cuando se considera que lo más excitante es el sexo salvaje con un “macho de verdad”. Coño, si hasta algunas que se consideran dominantes ponen los ojos en blanco cuando se imaginan siendo empotradas en la postura del misionero por un macho hiperdotado, y ya ni menciono el temita de “rebajar” al sumiso con los cuernos de las narices. No es de extrañar que la mayoría de la gente afirme que la sumisión la llevamos nosotras en los genes con ese panorama desolador.
Yo desde prácticamente siempre me he sentido como un bicho raro, como la pionera a la que aludo en el título de esta entrada. Sé que por suerte no soy la única que cree en este tipo de relaciones dentro de la cordura y en una línea sana y positiva, pero todas esas mujeres que buscan lo mismo que yo saben que no es fácil encontrar algo que no sea “sumisos” de fantasía pajillera incapaces de ofrecerte un vaso de agua sin poner mala cara una vez que salen de su “rol”, y que los pocos hombres que se sienten realizados priorizando los deseos de una mujer y por tanto adoptando el papel tradicional femenino de la “cuidadora, devota y entregada”, viven tan aterrorizados y acomplejados por su “tara”, que no se atreven a dar el paso de vivir acorde con sus tendencias o acaban directamente tocados psicológicamente por todo ello. Así que entre farsantes, cobardes, perturbados y demás fauna, intentamos encajar con alguno que sea valioso como persona y que sea capaz de vivir su vida en vez de tratar de encajar en el molde social.
Alguna vez, por pura lógica evolutiva, este tipo de relaciones se acabará por naturalizar como una opción más, para desgracia de los que disfrutan del morbo de vivir en clandestinidad lo que ellos mismos atacan de cara a la galería para no ser tachados de frikis. Tal vez ocurra en un par de décadas o en un par de siglos. Y mientras tanto, y desde que el mundo es mundo excepto en sociedades matriarcales, las mujeres dominantes seguiremos esperando el milagro de que algo cambie y tendremos que aguantarnos estoicamente con la dura situación de abrir camino, de intentar hacer algo de mella en cada hombre al que contamos nuestro deseo, de explicarle al mundo -como desde este blog- que existe algo llamado Dominación Femenina, que puede ser tan bello como cualquier relación feliz, y que no es cosa de otro planeta, por mucho que lo pueda parecer desde fuera.
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