Me considero una persona muy autónoma, siempre me gusta ir a mi aire, odio depender de nadie, mi ideal en la vida es ser lo más auto suficiente que pueda, y son características bastante “dominantes”, aunque los sumisos también pueden tenerlas, por supuesto. Claro que habría que matizar, porque un sumiso puede ser todo eso en su vida normal, pero respecto a su Ama preferirá que ella le marque los tiempos antes que ir por libre, por poner un ejemplo.
Pues bien, a pesar de todas esas características mías, ocurre que dentro de un contexto femdom me encanta sentir que la otra persona va a ser “mi proveedor”. Con esto no quiero decir que me de un sueldo mensual, o que me compre una casa, un coche o lo que sea. Me refiero a asuntos más inmateriales. Quiero decir que podría acostumbrarme perfectamente a la comodidad de delegar mil asuntos en sus manos, desde simples recados hasta gestiones más complejas. Podría vivir en plan Cleopatra, chasqueando los dedos y logrando cualquier cosa con solo pedirlo. Tampoco se pueden conseguir milagros, claro, pero ya me entendéis: todo lo que conlleva la vida cotidiana podría pasar por manos de mi sumiso. Seríamos reina y vasallo, o jefa y empleado, sin darle un sueldo a él jijiji.
Sin embargo, a diferencia de lo que cuentan algunas por ahí, que dicen vivir sin hacer nada aparte de maquillarse, comprarse zapatos, darse masajes, irse de fiesta, y en resumen vivir una especie de vacaciones perpetuas, como digo, a diferencia de ellas, yo no podría vivir así. No estoy acostumbrada a tumbarme sin hacer nada, de hecho me cuesta parar aunque sea de planear en mi mente nuevas actividades, y aunque me sobrase el dinero no dejaría de trabajar (en lo que me gusta y me aporta mucho más que un sueldo). Es decir, podría dejarme arrastrar hacia la pereza total y dejar que él lo hiciera todo por mí, pero me conozco y sé que eso no me vale. Me acabaría sintiendo una inútil, con una vida vacía, como una muñeca, que más o menos es lo que quieren algunos que sea su Ama: una especie de estatua viviente que nunca se despeina, que está siempre en su trono de hielo, distante, imperturbable, sin pisar la tierra y ocuparse de la vida real. Pues no, no soy así, y nunca lo fui ni siquiera en un rato de sesión jugando a ser perfecta e inalcanzable. Si a ellos se les desinflaba el pirulí por eso, mejor para mí, así me quitaba a los sumisos de fantasía onanista de enmedio.
Por eso, para no sentirme una inútil o una reina atrapada en su palacio de cristal, y sobre todo para no acabar dependiendo por completo del sumiso hasta para abrocharme los zapatos (que serían de taconazo y diamantes incrustados, juasss), yo me planteo la Dominación Femenina como algo que me aporta, que mejora mi vida, pero que NO sustituye propiamente mi capacidad de vivir normalmente.
Este asunto se puede enfocar también desde el otro punto de vista, el del sumiso. Me horrorizaría tener a mis pies un pelele inútil que dependiese de mí hasta para ponerle un cuenco de comida en el suelo. Las fantasías de los sumisos ya sabemos que pueden ser estratosféricas, pero cuando un hombre pretende dejar en manos de su Ama hasta el color de su dentífrico, eso ya no es someterse, eso es caer en un descenso al infierno de la dependencia absoluta y malsana.
Nadie debe perder de vista su propia esencia individual, por varias razones. Por ejemplo, todos esos que quieren ser esclavos 24/7 que renuncian a su propia vida, cuando eso se acaba (y puede ocurrir, por muy entregados que sean, ya que ellos no pueden prohibirle a su dueña que los eche), tienen que partir de cero, quizá desde la pobreza total y tras romper con toda amistad o familia porque ella lo exigió así, y a no ser que sean acogidos por otra ama esclavista extrema de esas, a ver qué hace con su triste vida aparte de colgarse de un pino.
Pero aparte de cuestiones de sentido común, yo prefiero una relación femdom en la que hay dos partes completamente autónomas que deciden ceder parte de su libertad (el sumiso) y aceptar una colaboración en su vida (el Ama).
Solo de esa manera cuerda y equilibrada que comento, tienen sentido para mí esos “Sí, Señora” que tanto me gusta escuchar. No dicho en modo robot, o por obligación, o por protocolo, sino porque implica una decisión, un acto voluntario de algo que solo se le regala a esa persona única que es tu Ama.
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