Que una mujer sea, en el plano sexual, la que tome la iniciativa, o que muestre incluso un punto de agresividad, es algo que no encaja por supuesto en lo convencional, pero muchas veces tampoco parece encajar en los cánones del femdom “puro”. Si dejamos a un lado todas las relaciones en las cuales el sumiso es un pelele asexuado en permanente castidad, o testigo de la puesta de cuernos de su Ama con un macho “de verdad” (qué enferma me pone este tema), o feminizado, poco margen queda para el sumiso que me interesa a mí, es decir, ese que desea ser dominado en todos los aspectos, sexualidad incluida. Pero sexualidad entendida no como inversión de papeles en plan machismo a la inversa (ya me extenderé sobre esto) sino como en eso de convertirse en un objeto sexual que utiliza el Ama para su propio placer.
Por no dar muchas vueltas abstractas al tema, lo que quiero decir es que a mí lo que me pone es empujar al sumiso contra la primera superficie dura que pille a mano, y usarlo, y abusar de él, sexualmente hablando.
Reivindico el poder sexual que emana de una mujer segura de sí misma, que marca su ritmo y pone al hombre al borde de la taquicardia y la Dominación Femenina entre un hombre masculino y una mujer femenina, que ya me cansa bastante toda esa película del femdom basado en relaciones asexuadas.
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