MIS LIBROS FEMDOM

19 diciembre 2012

La autodisciplina del sumiso




Una parte fundamental de la relación Ama-sumiso es la disciplina, que no es lo mismo que castigo, o al menos no siempre. Hoy voy a hablar de algo que no se suele mencionar tanto, el autocontrol, algo que también debe ejercitar la parte dominante. El Ama debe saber controlarse a sí misma antes de poder controlar al sumiso, puede ser desastroso ponerse en manos de una mujer que no tenga casi nada claro, que cambie de criterio a cada momento, o que sea una inestable mental o emocional o ambas cosas.

Se da por sentado que el Ama es la que debe controlar al sumiso. Y esto es verdad, hasta cierto punto.  

El sumiso no puede dejar pasivamente todo el peso de la relación en el control del Ama, debe poner mucho de su parte para controlarse a sí mismo. Y, teniendo en cuenta que el sumiso, como hombre, suele comportarse como una botella de champán al abrirse, pues la cosa se complica. Me refiero a que suben muy pronto y caen en picado, y no solo en cuanto a excitación sexual sino a su interés en una mujer si no obtienen pronto el resultado esperado.


Autocontrol o autodominio es lo que consigue que los impulsos se encarrilen por el camino adecuado. De hecho, la clave de estas relaciones es ese continuo tira y afloja: “mira, sumiso aquí estoy, esto es lo que puedes obtener pero no te lo daré de golpe, sino muy poco a poco, siempre dejándote con ganas de más”.


Así que el sumiso debe saber controlar sus deseos para no estropearlo todo con su falta de paciencia y disciplina. Y para esto debe lograr un equilibrio entre sus impulsos y sus pensamientos. La parte fácil sería decir: quiero esto y lo quiero ya. Impulso inmediato, recompensa inmediata. Sin pensar en las consecuencias. La tentación le puede hacer desobedecer una orden de su Ama, y ahí es donde entra el autocontrol. Esperar y obtener la aprobación de ella será mayor recompensa que rendirse a otra satisfacción rápida y fugaz.


La energía mental se puede agotar al igual que la física, y si un sumiso tiene la mente dispersa en mil cosas ajenas a su Ama, no puede centrarse en lo más importante. Y no me refiero a todas esas tareas que todos tenemos que hacer en nuestra vida cotidiana, sino a todas esas otras que distraen la atención y no sirven para nada.


Pero imaginemos que el sumiso ya ha conseguido centrarse y concentrarse, ahora viene lo complicado. Constantemente estará librando una batalla entre lo que desea que ocurra (ver a su Ama, servirla de X manera, etc) y lo que ocurre en realidad. En teoría se libera de toda expectativa, solo espera obedientemente a que su Ama decida por él. Pero claro... no es un robot, no es fácil resignarse, sobre todo al principio, puede ser realmente duro, y solo se consigue de una manera: con esfuerzo.


Decía André Gide: El secreto de mi felicidad está en no esforzarme por el placer, sino en encontrar el placer en el esfuerzo.


Desde luego que con esa actitud habría sido un buen sumiso al menos de partida. Yo no quiero un superhéroe, reconozco la humanidad del sumiso, no busco la perfección, pero hay algo que es básico y que no puede faltar: la intención y el propósito real de mejorar. Es decir, si yo veo que el sumiso da todo de sí, lo hace lo mejor que sabe, y se esfuerza por avanzar, eso es el 90% de lo que quiero ver en él. El resto, ya veré si es cuestión de tiempo y práctica o si es que no da para más.


En ese proceso de aprendizaje para saber la mejor manera de servir a su Ama, el sumiso va encontrando acciones que son válidas, y la clave está en convertirlas en hábitos o costumbres, adoptándolas como rutina habitual. En resumen, se trata de ver lo que funciona y reforzar ese comportamiento. Si no es tan difícil, solo es cuestión de ponerse, encontrar el camino y no desviarse...

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