Como me gustaría hablar solo de cosas bonitas en esto de la Dominación Femenina en vez de sacar a la luz toda la colección de perturbados y egoístas, hoy voy a ir más allá en este tema al que di un par de pinceladas en este post.
Si alguien me preguntase (porque no le cabe en la cabeza o por curiosidad) qué pasa por mi mente y por mi cuerpo cuando siento mi poder sobre un sumiso, le respondería lo siguiente.
Para empezar, no es algo automático ni me sirve cualquiera, esto es básico aclararlo. Así que tengo que estar con un sumiso que me interese/atraiga y exista una conexión a varios niveles, y él debe estar en ese nivel concreto de sumisión que yo necesito para que mi capacidad de dominar se despliegue por completo. Voy a matizar esto un poco antes de seguir.
El sumiso que yo necesito debe ser sumiso conmigo siempre. Eso no significa que lo lleve con una cadena por la calle, pero en cualquier gesto, por pequeño que sea, debe quedar claro quién manda, y por supuesto debe salirle natural. A un sumiso novato no le apetece estar a todas horas pendiente de todo. Puede ir andando delante de ti y entrar primero por una puerta, o pedir primero en un restaurante, o interrumpirte en mitad de una frase o no hacerte sentir que eres lo más importante del lugar en que estéis porque no tiene sus sentidos centrados como debe ser, porque un hombre suele dispersarse en cuanto pierde el panorama sexual de vista.
Y la verdad es que mi deseo de dominar se diluye bastante cuando esos pequeños grandes gestos fallan, y en mi cabeza se acumulan datos para que no me apetezca entregarme (sip, dije entregarme) dando mi dominación a cambio de su sumisión.
Así que supongamos que el sumiso ya es un chico bueno que sabe lo que tiene que hacer (antes no lo sabía porque nadie nace sabiendo o porque no le interesaba aprender ya que esa mujer en concreto le deja frío, por muchas ganas que tenga de recibir su ración de sentirse dominado), y ya estamos “metidos en faena”.
No me refiero a dominación sexual, o no solo a esto, en cualquier momento y situación, si siento que se me da absoluta prioridad, que se me obedece en la más mínima tontería, etc, ya se da la relación DF. Entonces, en el amplio abanico de situaciones posibles, lo que siento en el momento en que mi dominación y su sumisión encajan, es:
- me siento más yo misma que nunca, porque esto es lo que me llena, y porque puedo ser yo misma con él más que con nadie
- me siento por encima de él, porque él me alza a ese lugar, porque él está feliz de estar en un plano inferior
- soy consciente de lo especial del momento y de la suerte que tengo, y sé que él también lo advierte y lo aprecia
- me deleito en la belleza de todo ello, una mirada, un momento íntimo con el sumiso arrodillado, dejándose abandonar para priorizar mi placer, que haga eso que sabe que me gusta tanto sin que tenga que pedirlo, etc
- feliz, en ese momento estoy feliz porque todo encaja
- me pone, incluso momentos no sexuales a mí me resultan muy eróticos sin importar dónde ni cuándo
- ternura a ratos
- ganas de más, nunca es suficiente, siempre puede él mejorar, podemos llegar a un “más allá” que está por explorar
Básicamente es eso, y por completar lo que siento, diré lo que no siento hacia el sumiso: desprecio, burla, ganas de abusar puras y duras, en resumen, no dejo de verlo como un ser humano, porque, a mí, dominar a una piltrafa no me aporta absolutamente nada y elijo con mucho cuidado a quien le entrego (repito la palabra) uno de los aspectos fundamentales de mí.
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