MIS LIBROS FEMDOM

05 mayo 2012

Cumbres borrascosas y la cumbre de la Dominación





Siempre me fascinó esta historia. Y conocer la biografía de la autora me fascinó aún más. Emily Brönte, una damita recatada del siglo XIX recluida en un páramo aislado, creó de la nada una obra maestra de pasiones al límite. Cathy y Heathcliff, Ama y criado, envueltos en una relación más allá de la muerte, de los convencionalismos, de todos y de todo. No es una novela rosa, es una historia cruda y con momentos de violencia física y mental. Tampoco hay sexo explícito, por supuesto, pero es más lo que se intuye que lo que se muestra. La autora apenas salía de su entorno doméstico, conocía el mundo por lo que le contaban de los vecinos y lo que leía, por tanto el protagonista sale de sus sueños más inconfesables.

La historia está narrada en el libro a través de terceras personas, interponiendo un inteligente filtro que deja en duda si Emily estaba a favor o en contra de relaciones tan viscerales. Yo creo que más bien se trata de lo primero y que narrarlo de esa manera la libraba de censuras y puritanismos. La forma en la que describe la sensación de entrega al límite solo puede corresponder a una persona que lo entiende y lo apoya, aunque en su vida solo aspirase a anhelarlo y desearlo.


Su biografía, escrita por su hermana Charlotte, también escritora, al igual que otra hermana, Anne, (esa vida de retiro campestre favoreció que estas damas cultas se volcasen en su vocación), nos presenta a una mujer de carácter fuerte y una voluntad de hierro que hiela la sangre. Pretendió incluso vencer a la muerte, cuando enfermó por el frío que pilló en el entierro de su hermano Branwell, y se negó a recibir ayuda médica hasta el último momento, falleciendo finalmente a la edad de 30 años, dejándonos huérfanos de más obras maestras. Un año antes había conseguido al fin que publicasen su novela, tras enviar a unos editores el manuscrito con seudónimo masculino para tener más oportunidades, algo que también hicieron sus hermanas. Después tuvieron que ir a demostrar sus identidades y me imagino la cara de pasmo de aquellos hombres al tener ante ellos a esas señoritas afirmando que de sus jóvenes cabezas habían salido semejantes obras. Mérito tuvieron, indudablemente.


Su hermana nos cuenta que ella tenía un perro al que trataba con una mezcla de dureza y cariño que resultaba admirable para el resto de la familia. Lo tenía educado con mano de hierro y cuidado con amoroso fervor. Curioso. Cualquiera diría que tenía madera de dominante...




La novela ha sido llevada al cine varias veces, versión de Buñuel incluida. La más aclamada, en la versión de William Wyler en 1.939, protagonizada por Lawrence Olivier y Merle Oberon. Mi preferida, sin desmerecer el clasicazo, es una más reciente, de los 90, con Ralph Fiennes y Juliette Binoche, dos de mis actores favoritos. Se mantiene más fiel al espíritu del libro. Podría hablar largo y tendido de la historia. Podría contar cómo él es un tipo asalvajado pero entregado hasta la médula, que se aleja para convertirse en un caballero y ser más digno de ella, pero a su regreso ella ya se ha casado y él se convierte por venganza en un amo despiadado hacia la hermana del hombre que le roba a Cathy. Podría describir la escena escalofriante en la que, una vez enterado del fallecimiento de su amada, suelta un monólogo-oración pidiendo que si ella se ha convertido en fantasma, que lo persiga, que lo vuelva loco incluso, pero que no lo deje solo en ese abismo donde no puede encontrarla. “¡No puedo vivir sin mi vida, no puedo vivir sin mi alma!”, dice como apoteósico colofón, porque aunque no es una relación igualitaria, sin embargo ella le pertenece a él tanto como él le pertenecía a ella, porque están tan compenetrados que ya son una sola persona.


Pero me quedo ahora con un par de escenas que simbolizan un arma de dominación que para mí está por encima de azotes, cuerdas, castidades forzadas y todo lo que se tercie. Me refiero a la MIRADA. Ella lo domina con solo mirarlo, con un simple gesto. No necesitan más. Cuando todo fluye y el entendimiento mutuo es verdadero, sobran hasta las palabras.



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