Me comenta alguien que no sabe cuáles son mis exigencias o requisitos, y que no queda claro leyendo el blog. Yo creo que entre líneas está todo, pero también es cierto que cuando escribí esto acerca del sumiso verdadero, me centré en lo que NO es, y en gran parte del blog hago lo mismo. Tal vez sea momento de concretar más, puesto que el hecho de que no aparezcan esos rasgos indeseables no garantiza que aparezcan los que busco, así que aprovechando que al parecer tengo una hermana gemela (al menos en cuanto a pensamientos) al otro lado del Atlántico, me basta con traducir sus palabras, porque estoy de acuerdo en todo.
Para explicar lo de mi supuesta gemela tengo que aclarar que hace tiempo que amplío mis horizontes blogueros allende las fronteras patrias. Nunca he recomendado ninguno de esos blogs por aquello del idioma, pero hay en concreto un blog de un sumiso que se declara orgulloso de serlo, tal como indica el título de su espacio, en el que me he dejado caer hace poco un par de veces para saludar, y que voy a mencionar porque no tiene desperdicio, en el buen sentido de la expresión.
En este post reciente, titulado Ella pone todas las reglas, tenemos una entrevista a una mujer dominante que busca sumiso. Hay más entrevistas de este estilo, pero esta es la que más se acerca a mis ideas. Habla también de otros temas, pero traigo los fragmentos sobre lo que busca ella en un sumiso. Destaco sobre todo cuando habla sobre los sumisos que no se rebotan, que jamás pierden las formas, que no presionan ni exigen. Por lo demás, busca un hombre entero e íntegro, que de eso de trata, y como digo siempre, para ser sumiso antes hay que ser persona y hombre, por ese orden.
¿Por qué se identifica usted como una mujer dominante?
Nunca he tenido una relación vainilla. Desde mi tierna infancia, tenía fantasías sexualmente dominantes y sádicas, y comencé a ponerlas en práctica con chicos en juegos no sexuales. Dominación y sumisión, sadismo y masoquismo, han sido la parte central y natural de lo que me excita durante toda mi vida. A veces, la gente me pregunta cuándo “descubrí” mi interés por la dominación. Descubrí eso al tiempo que descubrí que era heterosexual. Solo fue siempre así.
Defino como dominante a la persona que le excita jugar o tener el rol de estar en un estatus superior al de su pareja. Una persona sumisa, es la que se excita estando en un estatus inferior. El resto de comportamientos y sentimientos, se derivan de estas dos premisas. Algunas personas han cuestionado mi definición de “jugar“, sugiriendo que no me tomo en serio la dominación o que lo veo como un simple juego de alcoba. No es cierto. “Jugar” significa que no suscribo la idea de que un género es de por sí superior al otro. Debo tomar un estatus superior respecto a mi pareja para poder tener una conexión sexual y emocional satisfactoria. Así es como funciono. Esto no significa que sienta que soy mejor que mi pareja, él y yo llegamos al acuerdo de relacionarnos de esta manera desigual, pero sabemos que ambos tenemos el mismo valor.
Describa su sumiso ideal.
Ahora estoy contactando sumisos por internet. No hace mucho los conocía a través de amigos o en actividades cotidianas. En cualquier caso, la calidad de la comunicación es muy importante para mi. Al que use lenguaje de chat o sea demasiado frívolo o impertinente, lo descarto. Al que le interese más mi foto que mi persona, no me interesa por mucho tiempo, ni el que venga en plan misterioso o tenga una charla monotemática y torpe.
Los hombres maduros normalmente saben cómo escribirme y cómo conectar. No es una norma, pero por lo general, los hombres más jóvenes no saben cómo hablar con una mujer. Abrirse resulta sumisil y sexy, pero la sutileza y la modestia son buenas artes también. Lo inteligente, articulado y divertido capta mi atención, aunque hay muchos estilos que encajan con eso.
El requisito primario es que un hombre sumiso no exija nada de nada. Que no pida nada, ni una respuesta ni un reconocimiento. Que presente sus sentimientos libremente y luego se retire. Que no me bombardee con mensajes. Que sea paciente y acepte la espera. Que aprecie lo que le ofrezco y no se queje. Que amablemente lo acepte si hay falta de química, sin enfadarse. Que sea respetuoso.
Mi hombre ideal tiene sentido del humor, y me hace reír. “Pilla” mi humor y me sigue el juego. Tiene ingenio y aprecia el mío. Cuando quedamos, es cortés y encantador, procurándome buena compañía, agradable entorno, buena comida, algún entretenimiento divertido, un lugar para charlar, dar un paseo o jugar. Se hace cargo de la factura discretamente, con alegría, y sin comentarlo. Se da cuenta si me lo estoy pasando bien y lo arregla si no es así.
Las reglas más básicas son de aplicación en esto, claro. Debe ser honesto. Capaz y dispuesto a comunicarse respecto a problemas, emociones, sexo. Sin malos hábitos. Responsable. Limpio y saludable. Autosuficiente económicamente, físicamente activo, bueno en las tareas domésticas, trabajador con ética. Apreciado por familiares y amigos. Se respeta y se cuida a sí mismo, de lo contrario, ¿cómo iba a estar preparado para respetarme y cuidarme a mí?
¿Físico? ¿Alto, fuerte, guapo, cuerpo atlético, melena, sonrisa perfecta, ojos preciosos? Pues claro, pero miro hacia atrás y ninguno de los hombres que he amado tenía todo ello. ¿Cómo conectaron conmigo?...
Ellos tenían algo especial que hacía que todo hiciera “clic”. Sabían cómo llegar a mi, cómo conversar, cómo conectar emocional e intelectualmente. Teníamos intereses comunes y cosas de las que hablar aparte de sexo. Sabían cuándo ser juguetones y cuándo ser serios. Eran sumisos, pero nunca se mostraban débiles, desesperados ni pegajosos. Tenían confianza en sí mismos, pero sin arrogancia. Pulsaban mis botones dominantes. Eran atentos y hábiles amantes, o deseosos de aprender cómo llegar a serlo. Tenían bastantes cosas positivas que compensaban sus puntos débiles. Y siempre: sin exigencias.
La masculinidad es importante para mi. Un hombre debe manejarse a sí mismo con dignidad, incluso cuando lo estoy amoldando a algo que se ajusta a mí. Debe ser fuerte, o aspirar a serlo, tanto física, como emocionalmente. Un hombre debe ser capaz de defenderme de un ataque, de protegerme del peligro, de alentarme en los momentos difíciles, de ser capaz de hablar por mi y proveerme de manera material -con suerte nunca necesitaré que haga ninguna de estas cosas, pero debo confiar en que será capaz de hacerlas-. Me gusta el hecho de que un hombre sea más fuerte, más grande, mejor que yo en ciertas cosas, más poderoso, más listo, pero también me gusta que sepa inhibir la necesidad de mostrar esos atributos masculinos en deferencia hacia mí y a mi antojo.
¿Es la edad un factor?
Sí, hay un límite de edad por abajo. La edad no es solo un número, debería ser un marcador de experiencia y sabiduría. Quiero un hombre que haya sabido superar situaciones difíciles. Alguien que haya perdido un poco de ego y haya sabido superarlo. Eso lleva tiempo. Creo que mi límite inferior son los 30.
Mi ideal de hombre sumiso, siempre antepone mis necesidades a las suyas, confiando en que yo cuidaré de las suyas. Me da las riendas por completo a mi. Muestra sus opiniones y preocupaciones, pero sin intentar dirigirme. El pide lo que quiere y acepta con gratitud lo que se le conceda, inclusive si la respuesta es negativa. El no discute, ruega ni protesta. Cuando le hablo, me mira a los ojos. Si está en desacuerdo, lo manifestará de forma educada, pero sin desautorizarme. Es capaz de compartir temores e inseguridades y aceptar apoyo. Si quiere superarse a sí mismo, me permitirá ayudarle en ello. Sabrá manejarse en la cocina, en las tareas de la casa, con el coche. Será organizado y siempre respetuoso en modales y comportamiento.
¿Típicos errores de los sumisos al intentar entablar una relación?
Los errores más comunes, no seguir mis reglas para iniciar el contacto. Tengo mis reglas, y no son algo arbitrario para saber si están prestando atención sino por facilitar el proceso. Prefiero conectar con ellos primero intelectualmente, antes de comprobar si habrá química en lo físico, así que mientras no sean excesivamente obesos (signo de descuido), lo de ver fotos puede esperar. Ofrecer información de contacto por anticipado es prepotente, no leerme a fondo antes de contactar, es inexcusable.
¿Usted hace distinción entre sexo y sexo femdom?
Conmigo el sexo va a ser definido como sexo femdom, pues yo soy dominante. Controlo lo que pasa en la cama y mi mente debe estar pensando en sadismo o dominación de algún tipo para poder ponerme. Sexo vainilla es lo que hacen los demás. Tengo respeto por todos los tipos de sexualidad y no considero el femdom mejor. Es simplemente lo que YO necesito. Tener el control no significa siempre tener a mi pareja atado o recibiendo dolor, significa que sigue mis directrices, más o menos sin pensar. Sin embargo, puedo permitirle que él haga lo que quiera una vez hayan sido satisfechas mis necesidades.
¿Qué es lo que la enciende?
En la cama, una pareja sensible me pone mucho. Tengo que saber lo que le gusta, lo que le hace daño, lo que le vuelve loco, y lo que le enfría, de manera que pueda usar yo esa información para llevarlo al estado mental en el cual necesito que esté. Sonidos, palabras, y lenguaje corporal me dicen lo que está experimentando. Es mucho más difícil compenetrarse con alguien que te responde “todo está bien”. La buena comunicación es vital.
Un hombre con actitud abiertamente sumisa también me pone, pero esto debe hacerlo de una forma cuidadosa y no exagerada. Quiero ser adorada por una persona, no por un robot, los rituales se hablarán y negociarán desde una base, para no perder el significado. Ser espontáneo con afecto me pone, como lo es ser espontáneo al expresar sentimientos y pensamientos. Un beso real, un pequeño regalo detallista, un email íntimo inesperado, alimentan mi confianza y hacen aflorar mi dominación.
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