MIS LIBROS FEMDOM

05 marzo 2013

Fábula de la incomprensión social del femdom


Un inocente corderito iba paseando por el monte. Aburrido de la senda habitual fue un poco más lejos aquel día y, como esto es un cuento, y pasan cosas mágicas, de un salto se plantó en la sabana africana. Se topó con una Leona, de aspecto fiero pero interior comprensivo, que no le negó una charla.

Corderito: Hola, ¿te puedo preguntar qué comes?
Leona: Carne.
C: Ahm, qué raro, oye, pero estoy dispuesto a que me expliques cómo va eso.
L: ¿Como va qué?
C: Lo de que comas carne cuando todo el mundo sabe que es malísimo, para un ratito, pase, pero como menú diario, puf, eso lo veo insostenible.
L: Oye, mira, tierno corderito, la verdad es que no sé cómo explicarte esto, pero digamos que mi organismo solo tolera la carne.
C: Bah, chorradas, dirás que has elegido ir contra natura y comer esa asquerosa carne.
L: No, no es una decisión, puedes creerme.
C: ¿Creerte? ¿En base a qué? ¿Te han dado el título de comedora oficial de carne?

La Leona empezaba a preocuparse por la salud mental de su interlocutor, pero trató de exprimir su paciencia.

L: Ah pues no sé si hay tal cosa, solo sé que lo llevo haciendo desde antes de saber que se llamaba carne.
C: Bueno, bueno, veamos si le veo yo a esto algo aceptable por donde cogerlo... ¿En qué árbol dices que crece la carne?
L: Jajaja, pobre corderito, tu desinformación me produce hasta ternura. Tú debes saberlo, que por lo visto la has probado.

El corderito, pillado en un renuncio, trató de no perder terreno.

C: Bueno, es que lo olvidé, que es distinto.
L: Mejor así, no podrías vivir con esa imagen en tu tierna cabecita.
C: De todos modos, estimada Leona, yo te veo demasiado arrogante hablando de la manía esa tuya de comer carne a diario.
L: Ah, ¿me ves así? ¿Sí? ¿Y tengo yo la culpa de cómo me veas tú?
C: No es como te veo, es la realidad, y no te lo tomes a mal.
L: ¿Qué realidad, la tuya o la mía?
C: La realidad es subjetiva.
L: Entonces, comer carne solo es malo porque a ti te lo parece.
C: Hombre, digo, mujer, digo, leona, no compares...

En eso llegó un amigo de la Leona y preguntó de qué iba la charla. Intentó dar su punto de vista pero el corderito parecía algo duro de mollera, por lo que también lo acusó de vanidoso.

L: ¿No te parece un poco presuntuoso por tu parte venir a juzgarnos sin conocernos?
C: A mí me contó un amigo de un amigo las cuatro cosas que hay que saber sobre lo vuestro.
L: Me estás empezando a parecer algo irritante.
C: Bah, no soy yo, lo que ocurre es que te fastidia que no opine como tú.
L: Bueno, solo dime una cosa, corderito, ¿qué has venido a buscar, información?
C: Sí, no, yo... bueno, no sé a qué vengo o no sé si debo decirlo, es que, ¿sabes?, reconozco que ni yo mismo me aclaro muchas veces.
L: Entonces, lamentándolo mucho, y ya que te pones a tiro, te tendremos que hacer un favor. Lo mejor será que salgas de aquí.
C: ¿Y si no quiero?
L: Bueno, en ese caso, tierno corderito tocanarices, sacarás mis instintos primarios y tendré que morderte.

El corderito vio desplegarse la seductora y peligrosa sonrisa de la Leona y salió huyendo dsconcertado hasta su monte.

Cuenta la leyenda que aun sigue contando, a quien quiera escucharle, cada noche junto a la hoguera, la increíble historia de aquellos locos egocéntricos y anti-natura.


PD.- Gracias por servirme de inspiración. Y mañana mismo pido cita en el psiquiatra, seguro que me hace más falta que a ti, pero, tienes razón, no soy capaz de darme cuenta...

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