Al hilo del mini debate surgido en el post anterior acerca de los perros, aprovecho para hablar de varias noticias de esas que voy recopilando con mi antena femdomera. Sobre perros, o mejor dicho, sobre la similitud en el adiestramiento para machos humanos, hay bastante escrito, y me refiero a publicaciones dirigidas al público convencional. En una revista “femenina” leí hace años que a los hombres, para que se porten bien contigo, hay que tratarlos como a perros, castigando o premiando según sea el caso.
Sobre animales trata esta noticia, en concreto sobre caballos y su capacidad para detectar la autoridad. Sobre autoridad quiero hablar un día, de momento dejo aquí este extracto.
El caballo actúa como espejo de la persona y pone en evidencia su estado de ánimo. Tiene la virtud de proporcionar un feedbak continuado de las virtudes y carencias de la persona. No se casa con nadie, todo el mundo que se le acerca se ha de ganar el liderazgo.
El caballo lo nota todo, huele hasta la inseguridad y las debilidades. Escucha el ritmo cardíaco y analiza hasta extremos inimaginables nuestros gestos.
El caballo no atiende ni a gritos ni a razones.
En efecto, la autoridad “se huele”, no surge de pegar cuatro gritos, y el sumiso verdadero tiene la virtud de saber entregarse a quien lo merece. Es un tema interesante, pero ya digo que da para otra entrada.
Lo que más me ha llamado la atención últimamente entre noticias de ese tipo ha sido esta, que por primera vez otorga una base genética a la dominación por parte de las hembras. Si es que cuando dominamos estamos la mar de "monas"...
El papel dominante de las monas no es algo estrictamente nuevo, sino que había sido ignorado y archivado sin contemplaciones. Cuando ejercieron de astronautas primerizas, se observó que las mujeres eran peleonas y homicidas, las sargentas en el conflicto brutal, las gobernantas.
Entonces, la mona se sitúa enfrente del macho, se agacha y da golpes con la mano en el suelo, insistentemente. Según los investigadores, “el equivalente a desabrocharle el cinturón a un hombre”. Es evidente, cuando se observa con detenimiento, que es ella la que toma la iniciativa.
En el caso de los monos capuchinos, de los macacos de Togian y de los macacos de cola de cerdo, son efectivamente las hembras las depredadoras sexuales. También en los orangutanes estas escenas han sido documentadas, por primera vez en los años ochenta: el macho tumbado, enseñando su buena disposición sexual a la dama, pasivamente esperando a que la hembra le monte.
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